La microbiota humana es el conjunto de microorganismos que pueblan nuestro cuerpo. Encontramos bacterias en diferentes lugares del organismo como la piel, las vías urinarias, la boca, las uñas e incluso la leche materna. Estas bacterias cohabitan con el ser humano proporcionándole beneficios, mientras éste le facilita hábitat y sustento. Por tanto, hablamos de la microbiota intestinal (conocida antes como flora intestinal) para referirnos a la población de microorganismos que se aloja en el intestino.

Se calcula que en el intestino humano pueden convivir 100 billones de microbios; equivalente a casi 2 kilogramos de nuestro peso. Sin embargo, no todos estos microorganismos están repartidos uniformemente, a lo largo de todo el tubo digestivo las poblaciones varían en número y especímenes, alcanzando la máxima variedad y concentración en el colon. Aunque las funciones de estas poblaciones son diversas y muchas están aún por estudiar, a día de hoy  sabemos que ayudan en la digestión, favorecen al mantenimiento de la integridad de la mucosa intestinal frente a microorganismos patógenos, sintetizan algunas vitaminas y su efecto barrera juega un papel fundamental en el sistema inmune.1

Recientemente y cada vez con más fuerza, los estudios sobre la microbiota intestinal arrojan resultados interesantes en el campo de las enfermedades metabólicas, como la obesidad y la diabetes tipo II2,3, o las enfermedades neurodegenerativas como el párkinson4 o la esclerosis múltiple(EM)5.

Un estudio publicado en la revista “Nature Communications”, ha observado que la microbiota de las personas con EM es diferente a la de individuos sanos, independientemente de si están en tratamiento o no. Se ha visto que el número de bacterias correspondientes al tipo Methanobrevibacter y Akkermansia es más abundante en personas con EM y en cambio, el número de Butyricimonas es ligeramente inferior5. Estos microorganismos están relacionados con procesos de “inflamación” y se asocian a procesos autoinmunes6.

Este y otros estudios relevantes7, apuntan a la microbiota intestinal como uno de los factores ambientales que se consideran responsables de la precipitación de la enfermedad en personas que tienen predisposición genética a desarrollar EM. No obstante, se necesitan más estudios que confirmen estos hallazgos y expliquen el papel de la microbiota intestinal en la modulación de la respuesta del sistema inmunitario7.

El ser humano va componiendo su microbiota intestinal desde el nacimiento y a lo largo de toda su vida, pudiendo ésta ir cambiando en función de factores como la alimentación, el consumo de antibióticos o las infecciones. Para mantener una microbiota intestinal saludable, es importante tener en cuenta algunas consideraciones:

  • Tomar productos lácteos fermentados como el yogur o el kéfir*.
  • Incluir en la dieta alimentos ricos en fibra como granos integrales, legumbres, verduras y frutas.
  • Aumentar el consumo de alimentos frescos y limitar los alimentos procesados.
  • Consumir granos integrales en mayor proporción que los refinados.
  • Beber suficiente agua a diario es imprescindible para que la fibra cumpla con su cometido.
  • Limitar o eliminar el consumo de azúcares refinados y grasas saturadas.
  • No tomar antibióticos sin prescripción médica.
  • En ocasiones, puede ser necesario consultar con un profesional para complementar la dieta con un suplemento nutricional de probióticos; sobre todo durante la toma de antibióticos.
  • Realizar ejercicio físico de forma regular.

* Kéfir: Bebida láctea fermentada por hongos y bacterias, de aspecto similar al yogur y originaria del Cáucaso. Actualmente también se realiza kéfir de agua o té, pero tienen menos valor nutricional.

Los cambios en la alimentación han de realizarse de manera progresiva para evitar el malestar intestinal y, en ocasiones, puede ser recomendable la supervisión de un nutricionista favoreciendo que los cambios sean personalizados al estado de salud de la persona y puedan adaptarse más fácilmente como un hábito, evitando además el desarrollo de carencias nutricionales.

La secuenciación del microbioma es el siguiente paso para identificar como la microbiota intestinal afecta al sistema inmunitario y a su vez al cerebro, pudiendo ayudarnos a entender mejor los mecanismos que desencadenan la EM, así como a predecir su evolución o plantear nuevas alternativas terapéuticas.

 

Referencias

  1. Información sobre la Microbiota Intestinal. Gut Microbiota for Health
  2. Tilg, H. & Moschen, A. R. Microbiota and diabetes: an evolving relationship. Gut 63, 1513–1521 (2014).
  3. Baothman, O. A., Zamzami, M. A., Taher, I., Abubaker, J. & Abu-Farha, M. The role of Gut Microbiota in the development of obesity and Diabetes. Lipids Health Dis. 15, (2016).
  4. Scheperjans, F. et al. Gut microbiota are related to Parkinson’s disease and clinical phenotype. Mov. Disord. Off. J. Mov. Disord. Soc. 30, 350–358 (2015).
  5. Jangi, S. et al. Alterations of the human gut microbiome in multiple sclerosis. Nat. Commun. 7, 12015 (2016).
  6. Caesar, R., Tremaroli, V., Kovatcheva-Datchary, P., Cani, P. D. & Bäckhed, F. Crosstalk between Gut Microbiota and Dietary Lipids Aggravates WAT Inflammation through TLR Signaling. Cell Metab. 22, 658–668 (2015).
  7. Chen, J. et al. Multiple sclerosis patients have a distinct gut microbiota compared to healthy controls. Sci. Rep. 6, 28484 (2016).

Nuria Mansilla. Enfermera y nutricionista