Las personas con Esclerosis Múltiple (EM) pueden ser reacias hacia la práctica de actividad física, bien por haber sido personas sedentarias o simplemente por no sentirse atraídos o motivados por las modalidades deportivas que mayoritariamente practica la población en general. En estos casos, el proponer la práctica de ejercicio físico en agua puede ser una interesante solución, por diversos motivos1.

En primer lugar, la flotabilidad que aporta el medio acuático permite la realización de ciertos movimientos que son más complicados de ejecutar fuera de este medio. Igualmente, el peso corporal se soporta mejor, facilitando la realización de desplazamientos y minimizándose el impacto que sufren las articulaciones cuando los mismos ejercicios se realizan “en seco”.

En segundo lugar, la viscosidad del medio supone que el agua ofrece una ligera resistencia, ideal para realizar ejercicios de fuerza y resistencia de baja intensidad. Además, los movimientos se realizan a menor velocidad, estimulando el control y la propiocepción y reduciéndose en gran medida la posibilidad de sufrir una lesión.

En tercer lugar, se debe recordar que el aumento de temperatura corporal puede suponer un estímulo suficiente como para exacerbar los síntomas de la enfermedad. El realizar el ejercicio inmerso en el agua elimina esta posibilidad siempre que la temperatura del agua y del recinto estén adaptadas a personas con EM no superando en ningún caso los 28º la temperatura del agua.

Finalmente, es importante tener en cuenta que dadas las características recreativas y el atractivo que tienen las piscinas en nuestra cultura, es muy probable que la persona con EM pueda realizar actividad física con sus seres queridos en este medio (opción que a veces no puede ser posible “en seco”), haciendo por lo tanto más atractiva y motivante su práctica.

Si hablamos de evidencia científica, podemos decir que existen distintos estudios que han observado cambios positivos en la condición física, equilibrio y percepción de la fatiga en personas con EM tras participar en diversos programas de ejercicio en piscina; indicando por tanto que su calidad de vida puede verse significativamente incrementada como resultado de haber participado en esta actividad2.

En relación al tipo de ejercicios a realizar, los mismos varían en función de las habilidades y destreza que las personas muestren en el medio acuático, si bien una prescripción “generalista”, podría ser la siguiente:

  • Sesiones de duración entre 40 (para los no iniciados) hasta 60 minutos, realizadas a poder ser en vaso poco profundo (agua a la altura del pecho) y con el agua a una temperatura de 28 grados (conviene recordar que una temperatura excesivamente elevada podría conllevar problemas en esta población).
  • Las sesiones pueden comenzar con ejercicios de movilidad articular (5’), para posteriormente realizar ejercicios de fuerza (15’), apoyados en el rebosadero de la piscina. En esta parte se pueden proponer empujes y tracciones de brazos contra el agua (incluso se puede incrementar la resistencia con tablas de flotación), rotaciones de tronco, movimientos de flexo-extensión de rodillas (pedaleo), desplazamientos laterales, etc.
  • Los próximos 15 minutos se pueden dedicar a la realización de desplazamientos con ayudas de elementos que faciliten la flotación (“churros” colchonetas, “pull-buoy”, etc), a lo largo de la piscina (unos 25 metros como máximo), permitiendo descansos de 30” hasta 2-3’ entre los mismos, en función del nivel de exigencia que los mismos demanden (se debe recordar la importancia de individualizar la carga de entrenamiento en esta población).
  • La parte final de la sesión se puede dedicar a la realización de juegos grupales que impliquen lanzamientos, recepciones, pases con pelotas ligeras, y estiramientos (flexibilidad estática), apoyados en el rebosadero.

Por último, una pequeña pero importante consideración a tener en cuenta que no suele venir reflejada en la literatura científica, pero que transmiten las personas con EM que participan en este tipo de programas: Es importante contar en los vestuarios con duchas que permitan regular la temperatura, o al menos una donde el agua salga templada, puesto que el ducharse con agua excesivamente caliente puede provocar cierta incomodidad, dada la sensibilidad de muchos pacientes a las temperaturas elevadas.

REFERENCIAS

  1. Frohman AN, Okuda DT, Beh S, Treadaway K, Mooi C, Davis SL, Shah A, Frohman TC, Frohman EM. Aquatic training in MS: neurotherapeutic impact upon quality of life. Ann Clin Transl Neurol. 2015;2(8):864-72.
  2. Corvillo I, Varela E, Armijo F, Alvarez-Badillo A, Armijo O, Maraver F. Efficacy of aquatic therapy for multiple sclerosis: a systematic review. Eur J Phys Rehabil Med. 2017;53(6):944-952.

Carlos Ayán Pérez. Doctor en CC. De la Actividad Física y el deporte