La práctica regular del ejercicio físico ha demostrado tener efectos beneficiosos sobre la salud psicológica de las personas. Existe una asociación directa entre la práctica de ejercicio físico, los hábitos saludables y el bienestar psicosocial.

El bienestar psicológico está asociado a la práctica regular de ejercicio independientemente del tipo de ejercicio practicado, ya que las personas que realizan ejercicio físico tienden a percibir mayor grado de salud, menor nivel de estrés y mejor estado de ánimo. Si a este ejercicio le añadimos que su realización se lleve a cabo en grupo, los usuarios pueden experimentar una mayor satisfacción, la práctica de la sociabilización en este tipo de grupos estimula al grupo.

Existen numerosas investigaciones que avalan los beneficios del ejercicio físico en diferentes ámbitos del bienestar psicológico: mejora de la salud subjetiva, el estado de ánimo y la emotividad (Biddle, Fox y Boutcher, 2000), reduce la depresión clínica (Lawlor y Hopker, 2001), disminuye los niveles de ansiedad (Akandere y Tekin, 2005), favorece el afrontamiento del estrés (Holmes, 1993), incrementa la autoestima (Mc Auley, Mihalko y Bane, 1997), todo ello contribuye directamente en la mejora de la calidad de vida de las personas.

Para las personas con Esclerosis Múltiple, incluir la realización de ejercicio físico adecuado, regularmente, puede generar efectos beneficiosos sobre la salud física, cognitiva, emocional y relacional, todo ello asociado a una mejora en la calidad de vida.

A pesar de las limitaciones físicas y emocionales de las personas con patologías crónicas, los profesionales socio sanitarios, que están en contacto con dichos colectivos, deben tratar de fomentar una vida activa que conduzca al usuario a la toma de conciencia sobre la necesidad de realizar actividad física, siempre adaptada a la necesidad de cada persona.

Otro de los aspectos que favorecen en la calidad de vida, es el de las relaciones sociales, el factor social, resultado de la realización de terapias grupales, tales como ejercicios de hidroterapia, pilates, grupos de gimnasia de mantenimiento, estiramientos, grupos de sedestación, aeróbicos, etc., todos ellos favorecen la actividad física grupal así como la interacción social entre iguales, fomentando la cohesión del grupo, la integración social, tratando de evitar de esta forma el aislamiento social, que en muchas ocasiones aparece como efecto directo tras el diagnóstico y evolución de enfermedades crónicas y degenerativas, al no pertenecer a un grupo de iguales con circunstancias de vida similares, sintiéndose en numerosas ocasiones incomprendidos y rechazados socialmente. Todo ello afecta a la propia auto-imagen de la persona, la cual puede conducir a conductas desadaptativas, en las que el usuario puede descuidar su salud.

El deporte abre una puerta a todos los aspectos anteriormente comentados, en las relaciones igualatorias, se pueden tejer lazos afectivos y comunicaciones muy ricas en contenido, situados en ese contexto la persona con EM puede vivir con aquellos que son sus semejantes, experiencias enriquecedoras que le procuran placer y satisfacción.

La actividad física no tiene porque ser realizada en las mismas Asociaciones, existe un gran número de recursos en el entorno, es necesario informar a los usuarios sobre lo que hay en la comunidad, facilitando el acceso a los mismos y estableciendo colaboraciones entre servicios externos a la Asociación.

Debemos fomentar la activad física como forma de vida, hay que enseñar a las personas con EM que la condición física nunca es un límite, siempre hay posibilidades de adaptar su condición física a alguna actividad.

 

Referencias:

Jiménez, M.G., Martínez, P., Miró, E., & Sánchez, A. I. (2008) Bienestar psicológico y hábitos saludables: ¿están asociados a la práctica de ejercicio físico? Internacional Journal of Clinical and Health Psychology, vol 8. Pag 185-186

Kiko Munar Cladera. Responsable del proyecto Activa-T y afectado de EM

María de LLuc LLadó. Trabajadora social