Este es el testimonio de una gran bailarina que decidió compartir con el mundo su gran pasión. «Si la danza nos ayudaba tanto a los que somos básicamente sanos, tendría que ser aun más beneficioso para personas con serios problemas de salud», pensó. Nacía así «Danza para la salud», una actividad por la que la Asociación de Esclerosis Múltiple de Navarra (ADEMNA) decidió apostar desde el principio.

Por Becky Siegel

DANZA 1

Soy bailarina, coreógrafa y profesora de danza. He tenido una carrera larga que me ha aportado mucha satisfacción: he dirigido dos compañías, he impartido clase a profesionales de muy alto nivel, he montado muchos espectáculos, pero ningún aspecto de mi carrera ha sido tan gratificante como el trabajo que llevo realizando desde hace casi dos años en la Asociación Navarra de Esclerosis Múltiple (ADEMNA).

Llevaba un tiempo dando vueltas a la idea de cómo ayudar a la gente a través de la danza. El baile me ha ayudado a mí tanto en la vida; me ha acompañado en todos los momentos difíciles; me ha enseñado tantas lecciones tan vitales. Y durante todos los años de contacto con otros bailarines yo había percibido claramente el contraste entre cómo entramos en el estudio y cómo salimos; los efectos terapéuticos son innegables. Y me resultó igual de innegable concluir que si la danza nos ayudaba tanto a los que somos básicamente sanos, tendría que ser aún más beneficioso para gente con serios problemas de salud.

DANZA 2

Y así fue como empecé a desarrollar el proyecto Danza para la salud. En ADEMNA se interesaron y se mostraron desde el principio totalmente abiertos a probar esta actividad novedosa. Comenzamos en marzo del 2013 para ver si funcionaba y para septiembre ya estábamos ampliando el programa. Ahora tenemos un grupo consolidado, donde se nota unos avances importantes, donde los usuarios están logrando más movilidad y viviendo una experiencia creativa que les está aportando sensaciones muy positivas. Van profundizando cada vez más en la materia y se siguen sorprendiendo por todo lo que llegan a disfrutar, notando esa diferencia entre cómo entran y cómo salen del estudio de danza.

El trabajo se fundamenta en el encontrar el baile de cada uno, dignificar su gesto, descubrir la belleza escondida a pesar de las limitaciones, a la vez que intentamos superar estas limitaciones, ampliando las posibilidades de movimiento de cada alumno. Empezamos cada sesión con ejercicios para tomar consciencia del cuerpo mientras se moviliza. Los profesores – suelo ir acompañada por dos más – trabajamos directamente con cada alumno para ayudarles a movilizar el cuerpo, según el nivel de limitación, siempre fomentando la máxima autonomía. La actividad está presentada de una manera inclusiva; los profesores estamos bailando con ellos, no para ellos, incluyéndoles en nuestro trabajo diario como a cualquier bailarín más que está aprendiendo a bailar a partir de su propia realidad física y psíquica. Desde el primer ejercicio hasta el último, el trabajo está concebido artísticamente, no como un mero ejercicio físico sino como un acto creativo, estético, consciente e integrada con la música. El método seguido es mayoritariamente la improvisación, donde los profesores ayudamos a los alumnos a descubrir su propio lenguaje, siempre guiados por nuestra instrucción técnica.

Después de esta toma de consciencia inicial empezamos a profundizar en conceptos coreográficos como el espacio, la forma, el ritmo, la expresión, el desarrollo, etc. Este trabajo sigue siendo individual, para que cada alumno vaya adquiriendo más herramientas coreográficas para después poder improvisar en grupo. He encontrado que muchos de estos alumnos están muy interesados en las cuestiones coreográficas que les presento, que encuentran muy estimulantes las ideas que les planteo, y que logran conectar mente y cuerpo, que es realmente el punto clave en la comprensión de lo que es la danza: la plena consciencia del cuerpo en el espacio y en el tiempo. Pero incluso los alumnos que lo experimentan a un nivel más intuitivo también logran avances llamativos.

Finalmente empezamos a trabajar en dúos y en grupo. Realizamos improvisaciones estructuradas para sentir el espacio, explorar la relación con los demás a través del movimiento y del espacio, experimentar la sensación de formar parte de una danza, de una creación artística. Se trabajan conceptos como el unísono, el canon, tema y variación, siempre enfatizando la consciencia del cuerpo en el espacio y la conexión coreográfica con los demás bailarines. Es el momento clave para intentar estar plenamente presente cada individuo a la vez que se empiece a abrir hacia los demás. Y surgen coreografías improvisadas realmente bellas. Como si por arte de magia, estamos todos los bailarines – tanto profesores como alumnos – inmersos en la creación conjunta, parte y participe en la composición, bailarín y coreógrafo a la vez. Mentes y cuerpos.

Aunque este trabajo este enfocado hacia el día a día, en el proceso más que el resultado, empecé a notar cierto interés en mostrar el trabajo ante un público. Hemos probado en varias ocasiones actuaciones en público y disfrutan muchísimo los bailarines (y el público se emociona). Creo que es un momento de mostrar todo lo que son capaces de hacer, de obligar a la gente a replantear qué significa esa silla de ruedas, y también qué significa la danza. Y espero que esa visibilidad ayude a que otras personas con limitaciones, con enfermedades, o con discapacidades se den cuenta de que tienen este recurso a su disposición: que no hay barreras si quieren bailar.

No sé quién ha aprendido más en este par de años que llevamos trabajando juntos, mis alumnos o yo. Su valentía, sus ganas de seguir adelante son toda una lección de vida. Y cada día es un nuevo reto artístico: descubrir esas nuevas danzas, reinventar las formas, crear posibilidades de las dificultades, ponernos a prueba artísticamente para sorprendernos con algo que no habíamos imaginado.

Doy las gracias a mis alumnos Asun, Marian, Angelines, Marta, Fernando, Francis, Mertxe y Maite por todo lo que me han enseñado y por todos los momentos bellos que hemos compartido. A todo el equipo de ADEMNA por creer en este proyecto y por su tremenda capacidad de atender todas las necesidades de esta población. Y a mis compañeras de trabajo Montse y Marié que van aprendiendo conmigo cada día cómo devolver el enorme regalo que es la danza.

Más información: http://ademna.es/