Si bien los términos actividad física y ejercicio suelen usarse como sinónimos, es necesario distinguir entre ambos a la hora de abordar la relación de los mismos con la Esclerosis Múltiple (EM). Se considera actividad física a cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos que resulte en un gasto de energía; mientras que el ejercicio es una actividad física planeada, estructurada y repetitiva llevada a cabo durante un periodo de tiempo prolongado con el fin de mantener o mejorar nuestro estado de salud y nuestra capacidad funcional1.

Hasta no hace mucho, los pacientes de EM eran menos activos que la población sana2, pero también que pacientes con otras patologías crónicas3, 4, lo que ha provocado que las personas con EM padezcan en mayor medida comorbilidades como obesidad, síndrome metabólico u osteoporosis2. Afortunadamente, y como constata la literatura científica, parece ser que la situación se está revertiendo5, y aunque las personas con EM aún siguen siendo menos activas que la población sana, ya no lo son respecto a otras patologías crónicas.

La causa del mencionado sedentarismo la encontramos en la recomendación de no practicar actividades físicas intensas debido al temor de que esta práctica provocara empeoramiento del estado neurológico, ya que algunos pacientes podrían tener exacerbaciones de sus síntomas debido al sobre-calentamiento post-ejercicio2. Nada más lejos de la realidad. Publicaciones como la de Rietberg et al6 ya apuntaban a la seguridad de la práctica de ejercicio por parte de las personas con EM, pero fue con la publicación de Pilutti et al7, cuando se evidenció estadísticamente este hecho. La revisión sistemática de Pilutti et al (2014)7 comparó 26 Pruebas Controladas Aleatorizadas (RCT’s por su siglas en inglés) que involucraban a 1.295 participantes y en el que se obtuvo la ratio de brotes que se produjeron en los pacientes que participaron en algún programa de ejercicio frente a los que no lo hicieron. El resultado fue una ratio de brotes de 6.3%/4.6% para no ejercicio/ejercicio respectivamente. Es decir, el 6.3% de las personas que no practicaron ejercicio padeció un brote, frente al 4.6% de las que sí practicaron. Este hecho constata que la práctica de ejercicio no provoca brotes, y en todo caso, la diferencia de ratio obtenida, sin ser significativa, es claramente favorable a la práctica de ejercicio.

Así, podemos afirmar que la evidencia confirma que la práctica de ejercicio es segura y tiene los mismos beneficios que para la población asintomática, y si bien es cierto que algunas personas pueden experimentar el fenómeno de Ulthoff (empeoramiento clínico debido a un aumento de la temperatura corporal), la situación es temporal y desaparece cuando se recupera la temperatura corporal normal.

Existe evidencia de los efectos positivos que la práctica de ejercicio por parte de las personas con EM conlleva desde hace años8-11, por lo que llegados a este punto destacamos las últimas publicaciones de relevancia atendiendo tanto al rendimiento cardiorrespiratorio como a la fuerza, las dos capacidades físicas por excelencia junto a la flexibilidad.

El entrenamiento aeróbico por parte de personas con EM mejora su capacidad cardiorrespiratoria, aumentando parámetros como el VO2max12-15. Por tanto, es preciso recomendar a los pacientes de EM la práctica de actividad física aeróbica dentro de sus posibilidades pues esta se asocia al estado de discapacidad16, 17, plasticidad cortical18, integridad de la sustancia gris y blanca19, calidad de la marcha12, rendimiento cognitivo20 y fatiga21. Además, una buena salud cardiovascular podría reducir el riesgo de padecer comorbilidades cardiovasculares14.

En cuanto a la fuerza muscular, existe evidencia de que la mejora de la capacidad del músculo para vencer una determinada resistencia es importante para la movilidad, el equilibrio, la fatiga, y el desarrollo de las actividades de la vida diaria11, 14, 22, así como para la salud ósea y el metabolismo8, 23. Además, la fuerza muscular se ha asociado a la velocidad, resistencia y la calidad de la marcha24 y la velocidad de procesamiento cognitivo25.

IDEAS CLAVE

  • La práctica de ejercicio físico no provoca brotes.
  • La práctica de ejercicio es segura.
  • El entrenamiento aeróbico mejora la capacidad cardiorrespiratoria en personas con Esclerosis Múltiple.
  • La fuerza muscular se asocia a la velocidad, resistencia, calidad de la marcha y velocidad de procesamiento cognitivo.
  • La mejora muscular para vencer una resistencia es importante para la movilidad, equilibrio, fatiga, y el desarrollo de las AVDs.

REFERENCIAS:

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Ramón Jesús Gómez i Illan. Doctorando Actividad Física y Esclerosis Múltiple