Hasta hace poco, se recomendaba a las personas con esclerosis múltiple (PcEM) que no realizaran una actividad física intensa para evitar la fatiga muscular. Por ello, muchas PcEM presentaban niveles de actividad física reducidos y sufrían de atrofia y pérdida de fuerza muscular inducidas por la inactividad. Hoy en día sabemos que la actividad física es beneficiosa y debe formar parte del día a día de los pacientes con EM.

Existen publicaciones científicas recientes que analizan esta situación y las mejores recomendaciones de formas de actividad física en PcEM. Por ejemplo, según Broekmas et al.,1 se ha demostrado que el empeoramiento de los síntomas de la esclerosis múltiple (EM) en un período de 3 a 5 años está asociado a niveles bajos de actividad física independientemente de la discapacidad neurológica y del curso de la enfermedad. Dado que un estilo de vida activo reduce estos déficits en personas sanas, se ha explorado durante la última década el impacto de la terapia con ejercicio aeróbico y entrenamiento de resistencia en un amplio rango de parámetros funcionales como las propiedades contráctiles musculares, la movilidad funcional y la calidad de vida en EM. Hasta la fecha, está claro que el ejercicio aeróbico regular de intensidad moderada no induce la exacerbación de la EM y mejora la funcionalidad tanto como la calidad de vida. El entrenamiento de resistencia también puede mejorar las características contráctiles, la respiración celular, la calidad de vida y la velocidad y distancia de marcha, la cual se ha detectado como insuficiente en EM.

La actividad física en la EM se mide comúnmente como número de pasos. Sin embargo, no sólo el número de pasos es importante para un estilo de vida saludable, también la intensidad y la duración de la marcha necesitan ser lo suficientemente altas para alcanzar los beneficios de salud de la actividad física.

La inactividad física, un fracaso a la hora de llegar a unos niveles de moderados a altos de actividad física, es el cuarto factor de riesgo de mortalidad global en la población general. También las PcEM tienen un riesgo aumentado de enfermedades cardiovasculares secundarias y síndromes metabólicos. Además, restringe la participación en la vida social con impacto en el comportamiento al viajar, cuidado personal, el trabajo y la vida familiar. En general, la actividad física regular de intensidad moderada – como andar, hacer bicicleta o participar en deportes – tiene beneficios significativos para la salud. Una persona adulta saludable debería andar unos 10.000 pasos al día según las recomendaciones de salud pública, pero las PcEM tienen una media diaria de unos 5.000-6.000 pasos por día, dando como resultado una mayor discapacidad cuanto menos se camine. Muchas PcEM parecen reducir su actividad física desde el momento en que son diagnosticadas, a pesar de la evidencia de que el ejercicio no lleva a un aumento del riesgo a las recaídas y potencialmente tiene un efecto positivo en la fatiga, la depresión y la calidad de vida.

Pautas recientes para la actividad física en PcEM abogan que para alcanzar unos beneficios físicos importantes, las PcEM con discapacidad de leve a moderada necesitan al menos 30 minutos de actividad aeróbica de intensidad moderada 2 veces a la semana y ejercicios de entrenamiento de fuerza para grupos musculares grandes otras 2 veces por semana. La media de pasos aceptada para una actividad física moderada es de unos 100 pasos por minuto, variando en función de la altura, la enfermedad y la discapacidad. Los umbrales de pasos desarrollados recientemente para PcEM de carácter ambulatorio fijaron que para aquéllas que tuvieran una discapacidad mínima y una altura entre 158 y 190 cm, la intensidad moderada se situaba entre 83 y 101 pasos por minuto.

El objetivo de un interesante estudio desarrollado por Nevens et al. 2 era investigar la actividad de marcha diaria real de una PcEM, dividida por número, intensidad y duración de los pasos, bajo condiciones del mundo real en relación con el nivel de discapacidad. Los resultados mostraron que el número de pasos en PcEM es inferior a las recomendaciones de actividad física y está negativamente influido por un grado de discapacidad mayor. En las PcEM que formaron parte en el estudio, no se registró marcha durante el 77% del día. En el 23% restante de su tiempo, las PcEM caminan a una intensidad baja el 22% y a intensidad moderada el 1%. Ya sea EM leve o moderada, las PcEM raramente caminan más de 6 minutos ininterrumpidos, y no a intensidad moderada. Las PcEM necesitan que se les anime a caminar a intensidad moderada y por períodos de tiempo más largos (al menos por 10 minutos ininterrumpidos).

Desgranando un poco más los datos extraídos del estudio, resaltamos que las PcEM leve caminan significativamente más que aquéllas que tienen una discapacidad mayor. Las PcEM leve claramente caminan más minutos a intensidad moderada que las PcEM moderada. Los resultados muestran también que las PcEM leve y moderada, de media, no caminan durante 10 minutos ininterrumpidos o más, y mucho menos a intensidad moderada. El 60-70% de las PcEM caminan durante 10 minutos ininterrumpidos al menos una vez al día pero a baja intensidad, mientras que sólo un 25% caminaron 3 veces al día durante 10 minutos ininterrumpidos a baja intensidad.
En cuanto a la intensidad moderada, sólo el 13% de las PcEM leve caminaron durante 10 minutos ininterrumpidos al menos una vez al día, y sólo un 3% de las PcEM moderada. Ninguno de los participantes en el estudio caminó 3 veces al día durante 10 minutos ininterrumpidos a intensidad moderada.

Los resultados presentan que la mayoría de las PcEM no son lo suficientemente activas para beneficiarse de los efectos positivos para la salud de la actividad física, tanto en número de pasos diarios, intensidad de la marcha así como en la duración de la actividad. Dado que la mayoría de las PcEM leve pueden caminar a intensidad moderada durante varios minutos consecutivos, estas personas deben ser animadas a aumentar su actividad de marcha ininterrumpida en su entorno. Mejorar la velocidad de marcha de las PcEM parece tener importantes efectos en la capacidad para participar en la vida diaria, al tener un significativo impacto en la calidad de vida relacionada con la salud y las actividades de la vida diaria.

Se necesitan estrategias educativas y motivacionales para animar a las PcEM con disfunción ambulatoria leve a que caminen a una intensidad mayor y durante al menos 10 minutos ininterrumpidos para mejorar su comportamiento en la actividad física.
Como comenta el Dr. Rafael Arroyo en su entrevista sobre actividad física y EM3 : “La actividad física y el deporte es altamente beneficiosa para la mayoría de los pacientes con esclerosis múltiple. Hay que individualizar perfectamente esta actividad física para cada paciente y en cada momento, y debe ser lentamente progresiva”.

Referencias

  • 1. Broekmans, T., Roelants, M., Feys, P., Alders, G., Gijbels, D., Hanssen, I. & Eijnde, B. O. Effects of long-term resistance training and simultaneous electro-stimulation on muscle strength and functional mobility in multiple sclerosis. Multiple Sclerosis Journal, 2011, vol. 17, no 4, p. 468-477.
  • 2. Neven, A., Vanderstraeten, A., Janssens, D., Wets, G., & Feys, P. Understanding walking activity in multiple sclerosis: step count, walking intensity and uninterrupted walking activity duration related to degree of disability. Neurological Sciences, 2016, p. 1-8.
  • 3. Entrevista al Dr. Rafael Arroyo: Actividad Física y EM (Documento en línea) –Disponible en: http://actividadfisica.esclerosismultiple.com/ (Consultado en Septiembre 2016)

Alberto de la Fuente del Río. Fisioterapeuta