La valoración de la resistencia aeróbica estima la eficiencia del sistema cardiovascular para afrontar o recuperarse de un esfuerzo. La prueba considerada “gold standard” para identificar este componente de la condición física saludable es la prueba de esfuerzo en laboratorio, que por lo general consiste en un test máximo en el que el paciente debe pedalear o remar (ciclo o remo-espirometría) hasta llegar a su límite. Este tipo de pruebas determinan la potencia aeróbica del evaluado y se caracterizan por ser costosas y porque deben ser monitorizadas por profesionales de la medicina y el deporte.

pruebas de campo, test de resistencia en EM

Ante esta situación, las pruebas de campo (de mucho menor coste, realización más sencilla y por lo general de carácter submáximo) constituyen la principal opción a elegir por aquellos profesionales del ejercicio y la salud. Sin embargo, deben cumplir dos características principales (denominadas propiedades psicométricas) que determinan contrastar su utilidad, como son la fiabilidad (estabilidad en el tiempo del resultado de la prueba) y la validez (la prueba valora exactamente aquello para lo que ha sido diseñada). A este respecto, una de las pruebas de campo más conocidas que cumple con ambas características es el test de los seis minutos.

Esta prueba consiste en caminar lo más rápido posible a lo largo de un pasillo de 20 metros con el objetivo de cubrir la mayor distancia posible en un tiempo de seis minutos. Este test ha mostrado ser fiable y válido en personas con Esclerosis Múltiple (EM) (1). De todos modos, se debe tener en cuenta que la realización de este test está claramente influenciada por el nivel de autonomía funcional y características del patrón de la marcha del paciente. Esto es, el paciente puede tener un buen nivel de resistencia aeróbica (su sistema energético es eficiente), pero su habilidad para caminar puede verse afectada por la enfermedad, recorriendo por tanto una menor distancia que la que teóricamente su capacidad cardiorrespiratoria le permitiría. Por ello, esta prueba se considera más una prueba de eficiencia de la marcha (como puede ser el Timed up and Go), que de valoración de la resistencia aeróbica (2).

Teniendo en cuenta esta situación, otros posibles test de valoración de la resistencia aeróbica que pudieran ser de aplicación en EM (como los test incrementales de caminata que se aplican en la EPOC, o los test de distancia como el de Rockport por ejemplo), se encontrarían en la misma situación.

Existen otros test que valoran la capacidad de realizar un esfuerzo con la aparición de la fatiga o la capacidad para recuperarse del mismo, como son el Test de Ruffier o el “Modified Canadian Aerobic Fitness Test”; si bien las propiedades psicométricas de ambos en esta población son discutibles y su uso no está aconsejado (3).

Una posible solución es aplicar una de las pruebas de valoración de la capacidad aeróbica que incluye la batería Senior Fitness Test, originalmente creada para valorar la condición física de las personas mayores y que ha demostrado ser de aplicación en otras patologías neurodegenerativas, como es el caso del Parkinson (4).

Dentro de esta batería se encuentra la prueba “Two-minute step test”, que consiste en elevar las rodillas alternativamente (skipping), alcanzando siempre una altura mínima, marcada por una línea que se pinta en una pared. Esta prueba incluso se podría realizar en un minuto, en vez de en dos, si el paciente tiene un umbral de fatiga excesivamente bajo. De todos modos, hay que tener en cuenta que el “Two-minute step test”, demanda un mínimo nivel de equilibrio, por lo que de nuevo es discutible hasta qué punto esta prueba determinaría la capacidad de resistencia a la fatiga en pacientes con EM cuyo equilibrio estuviese afectado por la enfermedad.

En conclusión y ante la ausencia de un test de campo “definitivo”, parece aconsejable el emplear la prueba de los seis minutos (5), si bien habría que tener la precaución de no comparar directamente la distancia obtenida por el paciente con valores publicados en otros estudios (debido a la influencia del patrón de la marcha como se ha mencionado anteriormente), sino que el test debiera ser empleado como herramienta de control intra-paciente (realizar la prueba en repetidas ocasiones a lo largo del tratamiento para identificar posibles cambios relativos al mismo).

El test de los dos minutos puede ser una alternativa para aquellos pacientes cuyo equilibrio estático no se encuentre comprometido, si bien su empleo debiera tener el mismo objetivo (comparación de valores obtenidos por el mismo paciente a lo largo del tratamiento).

Referencias:

1. Wetzel, J. L., Fry, D. K., & Pfalzer, L. A. (2011). Six-minute walk test for persons with mild or moderate disability from multiple sclerosis: performance and explanatory factors. Physiotherapy Canada, 63(2), 166-180.

2. Sandroff, B. M., Pilutti, L. A., & Motl, R. W. (2015). Does the six-minute walk test measure walking performance or physical fitness in persons with multiple sclerosis?. NeuroRehabilitation, 37(1), 149-155

3. Valet, M., Lejeune, T., Hakizimana, J. C., & Stoquart, G. (2017). Quality of the tools used to assess aerobic capacity in people with multiple sclerosis. Eur. J. Phys. Rehabil. Med, 53(October), 759-774.

4. Cancela, J. M., Ayán, C., Gutiérrez-Santiago, A., Prieto, I., & Varela, S. (2012). The Senior Fitness Test as a functional measure in Parkinson’s disease: A pilot study. Parkinsonism & related disorders, 18(2), 170-173.

5. Dalgas, U., Kjølhede, T., Gijbels, D., Romberg, A., Santoyo, C., de Noordhout, B. M., … & Feys, P. (2014). Aerobic intensity and pacing pattern during the six-minute walk test in patients with multiple sclerosis. Journal of rehabilitation medicine, 46(1), 59-66.

Carlos Ayán Pérez. Doctor en CC. De la Actividad Física y el deporte.