La depresión es un trastorno del estado de ánimo cuyos síntomas más frecuentes son: tristeza persistente, dificultades de sueño, cambios en el apetito, falta de energía, sentimientos de inutilidad, dificultad para concentrarse, inactividad, sentimientos de desesperanza y anhedonia (pérdida de placer en actividades que antes eran gratificantes) (1).
La comorbilidad psiquiátrica en personas con Esclerosis Múltiple (EM) está presente en un 60% de los casos, siendo el episodio depresivo mayor el trastorno mental más frecuentemente diagnosticado en personas con EM. Se valoran diferentes causas:
- Es una enfermedad neurodegenerativa con curso impredecible que puede afectar a las funciones físicas y cognitivas, así como al estatus social de la persona y su entorno.
- El propio deterioro físico debido a la desmielinización de determinadas áreas cerebrales.
- Los efectos secundarios de algunos tratamientos frecuentemente utilizados.
Sin embargo, a pesar de la alta comorbilidad entre la Esclerosis Múltiple y los trastornos del estado de ánimo, normalmente estos últimos son infradiagnosticados, y en consecuencia infratratados. Algunos síntomas como la fatiga, las dificultades de sueño o los problemas de concentración, son comunes en ambas patologías, y esto en muchos casos entorpece su visibilidad, dificultando su diagnóstico (2).
Por ello, es fundamental valorar si la persona con EM presenta sintomatología afectiva, así como su impacto en la calidad de vida, y para, en cuyo caso, poder llevar a cabo un correcto diagnóstico y tratamiento de un episodio o trastorno depresivo (3).
Para tratar la depresión en Esclerosis Múltiple es muy recomendable una intervención multidisciplinar.
El pronóstico y evolución de un episodio depresivo produce un impacto negativo en la calidad de vida del paciente, así como en su autocuidado y en su entorno. Una intervención multidisciplinar en estos casos es altamente recomendable.
Los profesionales que trabajan con personas con EM deben ser capaces de detectar las principales señales de alarma para poder derivar a un profesional de la salud mental, favoreciendo así un abordaje multidisciplinar. Los principales signos son:
- Tono emocional bajo (la persona se muestra triste mediante un lenguaje verbal y no verbal).
- Poca motivación para hacer cualquier actividad, incluso aquellas que se relacionan con su ocio y sus intereses.
- Tendencia al aislamiento (cada vez tiene menos contactos interpersonales, más allá de los estrictamente necesarios por trabajo o por convivencia).
- Expectativas con tono pesimista (perspectiva de fracaso personal o en el tratamiento, en sus relaciones o en otras actividades de su vida cotidiana).
- Cambios en el apetito.
- Mayor irritabilidad.
- Descenso en sus conductas de autocuidado (aseo, imagen, aficiones, inquietudes…).
Una vez detectados estos síntomas, se debe trasmitir al paciente la importancia de abordarlos para la mejora de su salud física y mental, así como su calidad de vida. La psicoterapia y la psicofarmacología son las principales vías de tratamiento para la depresión que cuentan con mayor evidencia científica (4).
A continuación, mostramos una serie de recomendaciones para profesionales de cualquier disciplina, que trabajan con personas con EM que puedan presentar síntomas depresivos:
- Mostrar empatía y no banalizar las expresiones relativas a sentimientos de tristeza.
- Motivar al paciente a hablar sobre lo que le sucede más allá de lo meramente físico. Cómo es su situación personal o qué aspectos de su vida han cambiado, podrían ser buenas cuestiones a plantear para este fin.
- Animar al paciente a realizar actividades que requieran el contacto con otras personas de cara a evitar su aislamiento.
- Fomentar el autocuidado global: ejercicios físicos, ocio, vida social…
- Normalizar el recurso que supone un profesional de la salud mental y su importancia en el cuidado integral de la salud.
En conclusión, existe una alta comorbilidad entre EM y depresión. No obstante, es difícil realizar un buen diagnóstico de depresión en personas con EM, por lo que se debe prestar especial atención a los signos de alarma, para poder hacer una intervención multidisciplinar que atienda a todas las necesidades de la persona.
Referencias:
- Asociación Americana de Psiquiatría. (2013). Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM 5. Arlington. VA, Asociación Americana de Psiquiatría.
- Avezuela, N. R., Martín, M. D. V., & Antolín, D. V. (2021). Esclerosis múltiple y psicopatología afectiva en población adulta y pediátrica: depresión, manía y síndrome pseudobulbar. Psicosomática y Psiquiatría, (18).
- Sánchez López, M. P., Olivares Pérez, T., Nieto Barco, A., Hernández Pérez, M. A., y Barroso Ribal, J. (2004). Esclerosis múltiple y depresión [Multiple sclerosis and depression]. Revista de neurología, 38(6), 524–529.
- Álvarez-Mon, M. A., Pereira, V., & Ortuño, F. (2017). Tratamiento de la depresión. Medicine-Programa de Formación Médica Continuada Acreditado, 12(46), 2731-2742.
Celia Ramos. Psicóloga